martes, 13 de agosto de 2013

Los vivos no descansan en paz.

Llega un punto en el camino en que la vida comienza a ser un continuo echar de menos, vidas sumidas en el recuerdo de una foto en blanco y negro, vidas estancadas en una injusticia que arrasa con lo demás.

Madres de víctimas de la dictadura argentina que aún se reunen en la Plaza del Dos de Mayo pidiendo justicia. Civiles en Israel, Palestina, Siria que rezan por no formar parte de las fosas comunes sobre las que se yergue esa guerra. Presos políticos del Gobierno Chino, pequeñas que desaparecen a diario en India, africanos que huyen de las milicias para perderse en el mar.. Injusticias pasadas, presentes y, seguramente, futuras, ante las que se aparta la mirada mientras otros echan de menos cada minuto de su vida a aquellos que nunca volvieron a casa. Enjuiciarlo no les devolverá lo que perdieron, pero puede que les dé sosiego para seguir caminando.
Cuando el juez Garzón, junto a Amnistía Internacional y las organizaciones de Memoria Histórica, lanzó la mayor investigación sobre desaparecidos en el régimen de Franco, no sólo se estaba denunciando una  violación flagrante de los Derechos Humanos, no sólo se buscaba justicia, querían cavar en nuestra historia para poder cerrarla, para decirle adiós y volverla a enterrar. Porque los muertos hace tiempo descansa en paz, pero los vivos siguen en vela.

La injusticia aviva el fuego del dolor en el corazón y de la rabia en nuestras mentes, y lo sé porque hace poco dediqué un artículo a mi abuela con estas palabras "A mi abuela, por esas confesiones de mirada perdida en la Guerra Civil que algún día recopilaré" y a ella se le llenaron los ojos de lágrimas de recuerdo.

Meryland
Meryland

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario