sábado, 28 de diciembre de 2013

2013



Un año maldito, maldito por el paro, la pobreza, los embargos, los abusos policiales y las violaciones políticas. Maldito por los desastres naturales en los que se perdieron tantas vidas humanas y por los humanos que echan a perder la naturaleza.


Maldito por las guerras frías y las que hacen arder ciudades enteras, por las calles llenas de mendigos y las instituciones vacías de solidaridad. Maldito por las dictaduras que no acaban y por las que acabaron y algunos se esfuerzan por retomar. Por la intolerancia con el ser humano y la condescendencia con la violencia. Maldito por las vidas arrebatadas a golpe de metralla y de alcohol al volante, y por las que, cansadas, han tenido que marchar.
 

Pero también ha sido un gran año, el año en que retomamos un sonoro ¡No a la guerra!, en que nos dimos la mano para defender nuestra sanidad y nuestra educación a pesar de la falta de ella en nuestros políticos. El año en que llenamos los bancos de alimentos mientras ellos nos vaciaban a impuestos. EL año en que no salimos a la calle por un Mundial sino porque no desahuciaran nuestro mundo. El año en que decidimos que si no nos contratan, ¡es el momento de hacer lo que realmente soñamos! 


2013 ha sido el año en que nos hemos dado cuenta de que somos fuertes, que nos unimos por una causa justa, que no toleramos que nos pisen. El año en que supimos que podemos y debemos salir adelante porque valemos y porque gracias a nosotros, y a nadie más, 2014 será un año más digno.

¡Viento en popa!
¡Viento en popa!

lunes, 16 de diciembre de 2013

Un trozo de vida

Me gustan las películas que son un trozo de vida. Esas que parece que miras por una cerradura y espías con permiso esa historia recortada por las paredes de una habitación. Más allá no sabemos que ocurrirá, lo intuimos, pero intuir la vida después del "The End" es nadar en mar abierto, demasiado azul, demasiado profundo, demasiado horizonte.

Me gustan las películas que son un trozo de vida, pues no todas lo son, esas de chico conoce a chica y todo va bien no son trozos de vida, son historias sin más, algo ajeno que gusta porque parece imposible. Las que son pedazos te dejan una sensación que perdura, qué sucederá después, cómo superarán aquello...porque no acaban, sólo esconden las escenas del resto de su vida.
Y son esas preguntas que te haces en los créditos las que nos hacemos a nosotros esa tarde en que sentimos que no tenemos las respuestas de todo, que nada está escrito y que el mañana es algo inesperado.

Por eso me gustan las películas que son un trozo de vida, porque pueden ser un trozo de nuestra historia. Una historia en la que después del "Fin" sólo podemos intuir eso, la vida.

Les petits mouchoirs
Les petits mouchoirs

martes, 26 de noviembre de 2013

La maleducada sinceridad

Seamos sinceros, nadie quiere que le digan toda la verdad en sentido estricto. Cuando alguien te dice, "te voy a decir una cosa porque soy muy sincero" espera lo peor porque la siguiente frase será una bofetada.

Y es que parece que la bandera de la sinceridad da derecho a decir cualquier perla sin ningún tipo de filtro. Imaginad una horda de personas armadas con brutal sinceridad, oiríamos cosas como "estas gorda, eres feísimo, estoy con otra porque tú eres una siesa, siempre me gustó más tu hermano, te dejo por inútil, no vales para esto..."Creo que todos preferimos escuchar algo más edulcorado o, directamente, no escuchar nada, ya está, no lo digas, en serio.

Por eso nadie quiere oír "te voy a ser sincero" porque el 80% de las veces viene acompañado de palabras muy duras. En cambio, nadie dice "te voy a decir una cosa porque soy muy sincero, te quiero", simplemente se dice y ya está, no se introduce, se dice porque sale de dentro y no hay que justificar lo sincero que uno es porque cuando se dice de verdad se sabe.

La sinceridad total es maleducada, impertinente y grosera, así que dejemos esta historia y doremos la píldora. Al menos con quienes queremos o quisimos, lo políticos son otro cantar.



jueves, 7 de noviembre de 2013

Decoradores de vida

Todos tenemos un decorador. De hecho habremos tenido varios, por suerte y, a veces, por desgracia.

Uno trajo un sofá de escay que odias pero al que te quedaste pegada la primera vez que te sentaste; otro, unas sabanas suaves, de noches apasionadas y mañanas de vergüenza, desconocimiento y limpieza. Una tele de plasma más importante que tu programación cotidiana. Luego está ese otro metió una butaca en tu salón, en la que solo hay sitio para que asiente un ego. Hubo quien apuntaba maneras y te regaló vuestra primera planta, la regabais a diario hasta que las rutinas se volvieron manías y echaron raíces tan espesas que secaron los brotes. Y uno tan bueno en apariencia que trajo un paraguas roto que no frenó el jarro de agua fría de la realidad...

Pero uno puso un Van Gogh en tu pared, tan misterioso e interesante como atrayente. Un par de tazas para compartir un café temprano de caricias al despertar. Unos cojines siempre mullidos y una manta para arroparte y estar siempre cómodos. Unas llaves que abren la puerta a una vida juntos.

Decoradores hay de todo tipo, minimalistas que cuanto menos dan y más plano sea, más fácil; rococós que adornan hasta el hastío y bajo el pan de oro no hay más que tosquedad; vintage, carcas hasta en costumbres... Pueden hacer tu hogar irreconocible, inapreciable, impersonal... Hasta que llega quien pone las paredes en blanco, te da una brocha y una caja con algunas cosas para que la acabes de llenar. Y de pronto el piso se llena de luz y resulta ser el piso de tu vida, el más acogedor.


Un rincón / Meryland
Un rincón / Meryland

domingo, 3 de noviembre de 2013

Noviembre...

Noviembre sopla sereno y algo perezoso los retales de un otoño que en Madrid ya suena a invierno.

Hace nada parecía lejano, tardes al sol, cervezas tempranas y calurosas noches en vela que nos mantenían inmersos en un eterno sueño de verano.

Hoy el viento barre rayos de sol y arremolina hojas ocres en mi pelo. Los paraguas oscilan bajo el llanto de un cielo plomizo. La luz de las farolas se difumina con el frío manto perlado de hielo que trae la noche y que desaparece las aceras perezoso con las primeras luces del alba.Huele a castañas, a lana y a hogar donde el frío y el calor se tocan apenas separados por un cristal en el que me reflejo mirando mi Madrid vestido de elegante Noviembre.

Madrid se viste de Noviembre / Meryland
Madrid se viste de Noviembre / Meryland

domingo, 27 de octubre de 2013

Me encantan las personas de domingo

No entiendo el odio a los domingos. Decir que los odias porque auguran un lunes y malhumorarse es como enfadarse porque estamos tomando el postre, ¡pero si ya estamos llenos! Un sinsentido. Por esta regla de tres viviríamos continuamente enfadados por los miles de finales de la vida.

Negatividad absoluta es el diagnóstico.

Los finales a veces son tristes, es verdad, otras no, pero siempre siempre son nuevos comienzos. El final de una peli trae una sonrisa y algo cambia en ti; el final de un libro, una reflexión; el de una cita, un mensaje de buenas noches o quizá un despertar acompañado... Siempre traen un pan bajo el brazo.

Los domingos igual, son como quien se despide con un beso en un portal, sube a casa, se pone algo de beber, camina hacia la cama y, de pronto, se ve reflejada en un espejo con esa sonrisa tonta que le arropa hasta que el sol salga cargado de historias.

Las personas domingo son así, exprimen sus historias semanales, las sirven frías, o calentitas si el día no acompaña, a veces es amargo pero siempre encuentran azúcar, antes o después, aunque se la pidan al vecino, siempre hay alguien con azúcar en casa. Las toman despacio con la compañía de una manta si el domingo viene frío y cansado, o de un brindis, si se viste de celebración.
Porque aún es domingo, ya el lunes empezaremos una nueva recolecta.

Me encantan las personas de domingo, porque le echan mermelada al pan que el final trae bajo el brazo.

Feliz domingo / Meryland
Feliz domingo / Meryland

jueves, 17 de octubre de 2013

Zapatos nuevos

7 de la mañana...demasiado temprano para mi gusto y aún así estoy motivada e inspirada. Quizá el madrugón me pone los sentimientos a flor de piel, durante unos segundos, esos que tardo en apagar el despertador y poner un pie en la alfombra, son malos, muy malos...

Pero hoy me he puesto zapatos nuevos y con ellos me voy corriendo al tren. Mal asunto...caras de amargura... Vale, madrugar es como liarte a comer pipas y que te toque una rancia, de esas que son polvillo, pero tampoco hay que seguir media hora después con cara de asco ¿no? Creo que hay quien lleva esa cara de "pipa rancia" de serie. Esa gente que, como dice mi padre y disculpa la expresión, tiene cara de "huelemierdas", así, todo junto. A mi me pone e los nervios, no por ellos sino porque hacen que una se huela disimuladamente y eso es una ordinariez.

Bajo del tren y entro al metro, salgo de "guatemala" y me meto en "guatepeor". Son las 8 de la mañana y me han pisado los zapatos nuevos (son de ante, para quien le diga algo este dato), y me los pisa una cara amargada, claro, y no vale ni limpiarlos con un "disculpa".

El transporte público madrugador es como Alcatraz, gente que camina con cadenas en los pies que arrastran sonoramente, manos esposadas a un móvil, un rápido y distante bis a bis con un conocido y, al salir del metro, hacen zapping, The Walking Dead.

Pero yo llevo zapatos nuevos y me da por poner música y anotar estas líneas en una libreta. No cojas la pipa rancia.


Zapatos nuevos / Meryland
Zapatos nuevos / Meryland