Las promesas duelen.
Vivimos intoxicados de promesas de futuro que generas frustraciones ancladas en nuestra conciencia. Parece mentira que tras años de "Noches Viejas" nos hagamos más viejos pero menos sabios. Parece mentira que sigamos haciéndonos propósitos de Año Nuevo, de cumpleaños, de post-vacaciones, de aniversario... que se diluyen en el tiempo.
Me doy cuenta de que las personas prometemos sin parar, creo que es porque la promesa de un futuro justifica nuestro presente, "prometo amarte siempre", "prometo dejar de fumar", "prometo ser mejor persona"... Y después encontramos siempre una excusa para incumplirlo, "necesito tiempo, "estaba muy nervioso"... Excusas que utilizamos para que no duela tanto ver lo frágil de una promesa, la facilidad con que se la lleva el viento, el estruendo con que se rompe de repente.
¿Por qué no prometemos que hoy no fumaré, que hoy te quiero, que hoy haré algo que me haga mejor persona?
Yo reitero algo que dije hace mucho tiempo a alguien "no puedo prometerte que estaré siempre contigo, pero te prometo que el tiempo que estemos juntos lo daré todo para hacerte feliz". Creo que es lo más honesto que he dicho nunca.
Nos gusta prometer cosas para generarnos una ilusión. De acuerdo, entonces prometamos que hoy, ahora, vamos a hacer algo para ser felices y así nos ilusionaremos cada día con la felicidad.
Ilusiones gallegas / Meryland |