Estos días, más que otros, pienso en el mar.
Todos necesitamos el mar alguna vez en nuestra vida, más de una y más de diez.
Pienso en las despedidas de esos grandes barcos de vapor con pañuelos blancos, pamelas y perlas, en viejos marineros con la sal metida en la piel. Pienso en los mensajes en una botella que algún romántico ha lanzado para decirle al mar lo que no se atrevió a decirle al amor. Pienso en las flores que flotarán vagamente despidiendo para siempre a algún amante de esas aguas. En las promesas de aventura en el horizonte y las pasiones en la orilla.
Pienso en las lágrimas que han hecho subir la marea y en las carcajadas que se han fundido con su rugir.
Pienso en ese olor, el olor a bicicleta en el paseo, a faro azul y blanco, a bote con conchas, a cometa...
Y pienso en su puesta de sol, un sol sin rayos que no da calor pero calienta el alma, y que nunca pone fin a un día vacío porque un día frente al mar siempre es un día pleno.
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Barqueiro // Meryland |
Bienvenido Septiembre.