jueves, 7 de noviembre de 2013

Decoradores de vida

Todos tenemos un decorador. De hecho habremos tenido varios, por suerte y, a veces, por desgracia.

Uno trajo un sofá de escay que odias pero al que te quedaste pegada la primera vez que te sentaste; otro, unas sabanas suaves, de noches apasionadas y mañanas de vergüenza, desconocimiento y limpieza. Una tele de plasma más importante que tu programación cotidiana. Luego está ese otro metió una butaca en tu salón, en la que solo hay sitio para que asiente un ego. Hubo quien apuntaba maneras y te regaló vuestra primera planta, la regabais a diario hasta que las rutinas se volvieron manías y echaron raíces tan espesas que secaron los brotes. Y uno tan bueno en apariencia que trajo un paraguas roto que no frenó el jarro de agua fría de la realidad...

Pero uno puso un Van Gogh en tu pared, tan misterioso e interesante como atrayente. Un par de tazas para compartir un café temprano de caricias al despertar. Unos cojines siempre mullidos y una manta para arroparte y estar siempre cómodos. Unas llaves que abren la puerta a una vida juntos.

Decoradores hay de todo tipo, minimalistas que cuanto menos dan y más plano sea, más fácil; rococós que adornan hasta el hastío y bajo el pan de oro no hay más que tosquedad; vintage, carcas hasta en costumbres... Pueden hacer tu hogar irreconocible, inapreciable, impersonal... Hasta que llega quien pone las paredes en blanco, te da una brocha y una caja con algunas cosas para que la acabes de llenar. Y de pronto el piso se llena de luz y resulta ser el piso de tu vida, el más acogedor.


Un rincón / Meryland
Un rincón / Meryland

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